Gracias a la neurociencia, ahora sabemos que pueden surgir nuevas neuronas durante nuestra vida bajo ciertas circunstancias (neurogénesis). Además, lo que sucede en nuestro cerebro no solo afecta nuestras emociones y pensamientos, sino que incluso puede cambiar la estructura de nuestro ADN (epigenética) de alguna manera.  El espacio que habitamos, los lugares que frecuentamos, la luz y los colores que nos rodean, son elementos que influyen en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos.

 

Según el arquitecto y sociólogo John Zeizel, el próximo desafío para "el arte de los espacios" es tener intimidad con el cerebro, comprender cómo funciona y por qué ciertos espacios promueven la capacidad del individuo para recargar sus baterías, sanar y manejar mejor el estrés. Así ha aparecido el concepto de arquitectura de vida en las últimas décadas. Se basa en propuestas como el diseño biofílico, la neuroarquitectura, la arquitectura terapéutica, la psicología ambiental, la bioarquitectura y otros enfoques similares, que tienen en cuenta los efectos psicosociales del diseño en el medio ambiente y el espíritu humano.

 

Combinados, estos principios buscan aumentar la probabilidad de obtener beneficios para la salud de un espacio determinado y crear estrategias flexibles para mejorar la experiencia del usuario. No se trata solo de construir espacios bellos, sino de crear espacios que conecten con las emociones, mejoren el estado de ánimo y promuevan una vida más saludable. Se trata entonces de crear, al mismo tiempo, espacios respetuosos con el medio ambiente y "emocionalmente sostenibles".

 

Ofrezco a las personas infinitas posibilidades para reorganizar su hogar con el propósito de que evolucione a medida que evolucionan sus ocupantes. Un diseño interior que ofrece comodidad y soporte en situaciones difíciles. Un diseño interior desde una perspectiva terapéutica que hace que los espacios sean su anclaje seguro de bienestar.